Nos referimos a continuación las alteraciones más frecuentes que éste pueda presentar y que denotan claramente el estado de salud de la persona.
Para realizar este control se deberá tener presente 3 modalidades importantes: frecuencia, intensidad y ritmo.
La frecuencia normal es de 70 pulsaciones por minutos en los adultos en estado de reposo y superior a 120 pulsaciones por minutos en niños recién nacidos.
Si el pulso sobre pasa las 150 pulsaciones por minutos anuncia un desenlace fatal. Lo mismo pasará en caso contrario cuando disminuye notablemente las pulsaciones a menos de 70 por minutos.
Cuando el latido del pulso se denota fuerte es porque el corazón late con fuerza extraordinaria, para limpiar la sangre ya que ésta se encuentra más densa que lo normal.
Cuando el pulso es débil es por debilitamiento nervioso e insuficiencia cardiaca pues los mecanismos impulsores van perdiendo su fortaleza y capacidad.
El ritmo es el indicador más elocuente del estado de funcionamiento del corazón. Los latidos rítmicos y acompasados, que demuestran normalidad, se aprecian claramente en el pulso.
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